POR LA PSICÓLOGA BLANCA JUÁREZ
En mi caso consumía alimentos «saludables» pero en exceso y aunque me sentía pesada, pensaba que comía bien…
Acudir con la nutrióloga me dio orientación, al inicio fue un cambio muy radical, en relación a los tiempos de comidas y porciones, mi mente no podía creer que “era suficiente” pues estaba acostumbrada a porciones sin medida, no tenía claro mi punto de saciedad, el referente lo tenía por la cantidad de alimentos que yo veía que ingería, por lo tanto al inicio era pasar por lapsos de “me quedé con hambre”.
El trabajo con la nutrióloga me apoyo muchísimo, fijamos horarios de comidas, me propuso menús que incluían alimentos que nunca había probado o combinado de esa manera, ha sido un camino de aprender y sorprender a mi paladar, con sabores y texturas nuevas.
Poco a poco tu cuerpo cede a este cambio, yo me daba cuenta que aunque la comida parecía ligera, mi cuerpo tenía energía y no me sentía pesada, a diferencia de las comidas que yo hacía antes, que más que darme energía me dejaban lista para dormir, pues terminaba sin ganas de moverme, hacia algo y ya me sentía cansada, fastidiada, sin ganas de terminar lo que inicie, yo me decía es que soy muy floja, y muchos años viví pensando eso de mí, nunca me imaginé que este estado de ánimo tenía que ver con mi alimentación.
Y el cambio lo note cuando me dispuse a tener confianza en que las porciones y los alimentos que me sugería la nutrióloga, eran los necesarios y los suficientes para mi cuerpo.
Otra novedad fue que las porciones se distribuían a lo largo de mi día, yo no le daban importancia a los tiempos de comida, los sacrificaba por terminar algún pendiente y dejaba mi alimentación para cuando tuviera tiempo, como dejaba de comer por periodos largos cuando tenía oportunidad de comer sentía que lo merecía y comía en grandes cantidades.
Yo me topé con personas que pensaban que ir con una nutrióloga era tirar su dinero, pues principalmente vivían haciendo dietas en las que se restringían mucho, para un evento o vacaciones, pero no con la intención de educar a su cuerpo a alimentarse.
Las dietas rápidas logran cambios, pero como los hábitos no mejoran, es muy frecuente el sentimiento de frustración y un miedo a la comida, esto se vuelve una lucha entre lo que necesito comer y el peso que quiero tener.
El sentimiento de tranquilidad, de que lo que comí esta nutriendo a mi cuerpo y el saber que puedo comer de todo en cantidades equilibradas, genera mucha satisfacción y autoestima. Pero debes saber que esto te lo da una buena asesoría con un profesional de la alimentación, y que te abras a aprender y estés dispuesto a reeducarte en mejores hábitos.
PSICÓLOGA BLANCA JUÁREZ